Hablando con amigos, muchas veces me han explicado que sus hijos se aburren en el colegio. Y hablando, hablando, resulta que los profesores se dedican (¿nos dedicamos?) a repetir durante toda la Primaria lo mismo, curso tras curso, y les hacemos vivir siempre lo mismo, como el personaje de Bill Murray en la película “Atrapado en el tiempo”.
La gramática, la ortografía y las matemáticas, por ejemplo, son un aprendizaje acumulativo, como el tetris (esta analogía la leí hace algunos meses y creo que es la mar de gráfica). Es decir, para explicar algo nuevo hay que tener consolidados unos aprendizajes anteriores, como en el tetris: ir completando bien las líneas inferiores, sin que te queden huecos, para no tener problemas cuando vas llegando a las líneas superiores. Si en los dos primeros cursos no se ha aprendido bien a restar y a multiplicar, mal se podrá aprender a dividir en el tercer curso.
Hasta aquí todo tiene su lógica.
El problema llega cuando una minoría de alumnos, sin dificultades específicas para aprender, no han llegado a estudiar completamente las tablas de multiplicar en segundo. Pero como al principio de tercero hay que empezar recuperando los aprendizajes del curso anterior (un aprendizaje reciente que no se practica tiende a perderse) se dedica algunos días al repaso de las tablas de multiplicar. Seguimos yendo bien. Pero aquellos que no las estudiaron en segundo a lo mejor ahora deciden que tampoco las estudian. Y esto puede seguir así hasta la ESO. Y los profesores, año tras año, por esa minoría de alumnos y por no dejar a nadie por detrás, vuelven al estudio de las tablas. Se las ponen con música, con aplicaciones en ordenador… y nada. Y mientras tanto, los alumnos que ya las aprendieron años atrás siguen aburriéndose con algo que tienen más que superado.
El caso de la gramática es parecido: los contenidos se presentan en una espiral, de forma que en cada Ciclo se enseñan los mismo conceptos ampliando cada año un poquito más. Así, en los dos primeros años, aparece el nombre, aparece el adjetivo, los artículos, la concordancia, la frase… y todo ello volverá a aparecer año tras año (bien es cierto que junto a nuevos conceptos).
En los dos primeros años, los niños parecen interesados. Después, llegan a tercero y ya están “atrapados en el tiempo”: un buen día el profesor dice que van a trabajar el nombre. ¡Zas! Aquí ya hay al menos diez niños que piensan “ah, eso, el nombre” y desconectan. Y en cuarto será igual, y en quinto… ¿No os aburriríais vosotros?
Y con la ortografía, parecido. Y con el conocimiento del medio, tres cuartos de lo mismo.
A ver si con la renovación de la enseñanza sólo nos estamos quedando en la innovación en herramientas. Pero las herramientas sólo son eso: herramientas para hacer algo (aprender).
¿Qué tal darle una vuelta al currículum, los saberes que propone transmitir y su secuenciación durante toda la Primaria? A lo mejor nos sorprendíamos.
Los niños quieren aprender. Vigilemos, no vaya a ser que seamos maestros y políticos (que hacen las leyes que contienen el currículum) quienes estamos alejando a los alumnos de su instinto de aprender.
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