Todos sabemos que las cosas no son fáciles. ¿O solo me pasa a mí?
Tenemos obligaciones que cumplir, y las decisiones y acciones que emprendemos, en relación con esas obligaciones tienen como “premio” unas consecuencias.
A veces, hasta podemos creer que son injustas. Pero las consecuencias son las que son (las muy…).
Todo nos cuesta algún esfuerzo. Y la mayoría de adultos lo tenemos claro (algunos no: son aquellos que culpan a sus profesores, a su familia, a la sociedad, a los bancos… pero que nunca se ha puesto manos a la obra).
Algunos padres y algunos maestros se lo intentan explicar a sus hijos o alumnos mediante palabras, pero muchos no permiten que prueben la experiencia de soportar sus propias consecuencias (bien, solo las negativas o desagradables).
Muchos adultos pretenden que el colegio sea un entorno burbuja, en el que ningún “mal” pueda alcanzar a los pequeños. Pero esos “males” son cosas como acarrear libros, estudiar, relacionarse correctamente con sus compañeros, ser cuidadosos de sus cosas, respetar los materiales comunes, asumir la corrección (traumática, según algunos adultos) de las faltas de ortografía, una mala evaluación si no se han esforzado lo suficiente, que no coman verduras porque no les gustan, que les retiren del partido si no lo están haciendo bien…
Y esos niños que viven durante 13 años en esa burbuja van y, algún día, salen del colegio o del instituto. Y les empiezan a llover responsabilidades. Y les parece que son muchas porque hasta entonces nunca habían tenido una.
Y es entonces cuando algunos creen que el mundo es injusto con ellos que todo lo merecen. Y es cuando otros deciden que qué flaco favor les hicieron sus protectores padres, se arremangan, y empiezan entonces –con años de retraso- a entrenarse en el esfuerzo.
El colegio es una de las instituciones de socialización (comolo son la familia o los medios de comunicación). Y como tal, debería proporcionar las herramientas para entender el valor del esfuerzo y la existencia de las consecuencias de nuestros actos o decisiones.
¡Claro que los niños pueden actuar o esforzarse según su parecer o su personalidad! ¡Incluso deben! Pero también han de aprender que opten por lo que opten llegarán las consecuencias. Igual que pasará en su futuro.
No les privemos de este aprendizaje. Por su bien. Por el de todos.
jueves, 1 de diciembre de 2011
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