Ayer tuve el placer de asistir a una charla en la que participó –entre otros- Gregorio Luri. Se trataba de los “niños muy movidos”, presentando diferentes acercamientos, desde la neuropediatría y con los datos iniciales recogidos en una investigación longitudinal sobre niños que se está llevando a cabo en diferentes zonas de España desde hace varios años.
Al final, intervenía Luri. Y una de sus primeras frases (entre otras muchas joyas, seguro que conocidas para quienes le siguen) fue que a ver si nos estábamos volviendo todos un poco locos con tanto síndrome, para acto seguido preguntarse “¿cuánta diversidad se puede atender en el aula?”. Aquí creo que varios maestros presentes tuvieron que contener una lágrima de emoción.
Y su argumentación siguió, defendiendo que hay quienes se llenan la boca de integración cuando lo único que se está haciendo (y gracias a que el alumno en cuestión no es conflictivo) es tenerlo “arrinconadito”, haciendo tareas repetitivas y sin sentido, pero que no interfieren en el ritmo normal de la clase. Y yo me sumo a este punto de vista: sesudos administradores o asesores, con poco zapato y voz gastados en clase, no quieren oír los problemas que representa intentar una integración sin medios. Los profesores que lo sufrimos sabemos que muchas veces se está apartando a un lado a los niños a integrar, que sus compañeros no se relacionan en exceso con ellos (salvo que los obligues), y más a partir de Ciclo Medio – aproximadamente- porque no tienen ni intereses comunes, ni les gusta entretenerse con lo mismo, y porque un niño de 9 años no tiene porqué frustrar siempre sus gustos y aficiones a favor de las de otro compañero.
Si en una familia un niño se hace cargo de su hermano menor (deberes, estudio, horarios…), se considera que podríamos estar ante un caso de negligencia de los padres (1r nivel del maltrato); pero esos mismos administradores se emocionan cuando te explican lo educativo que es que un niño de 5, 6 u 8 años acompañe y ayude a un compañero con alguna dificultad. ¿Hipocresía? ¿Monos sabios?
A lo que iba: que administradores y asesores tienen suficiente con creer que están en el aula y que no hay problemas. Eso ya te lo compran como integración. Pero los demás, y los maestros que lo viven saben que no lo es. Y algunas familias lo sospechan.
Cada vez somos mejores detectando casos. Las dislexias ya no son “niños sin interés por el colegio”, la hiperactividad ya no son “niños maleducados y descontrolados”, el déficit de atención ya no son “niños distraídos y sin motivación”, las discalculias ya no son niños “de letras”… Se detectan y están en el aula. Y tienen que aprender, les tenemos que ayudar. Pero un profesor contra 6 casos (conozco situaciones de 6, con dos trastornos del espectro autista –TEA- entre ellos) hace que el profesor, sin más recursos, no tenga ninguna posibilidad de ganar el partido.
No son malos profesores los que no pueden gestionar toda esta diversidad. Es la situación la que no es adecuada. Y se necesitan más personas.
Y hay que decirlo.
NB: Por cierto, y de paso, hoy ando algo encendida con un proyecto presentado en las noticias en Catalunya sobre un proyecto que mostraban como apasionante e innovador, de talleres en los institutos para enseñar “educación y buenas maneras” (no hablar con la boca llena, usar los cubiertos, no bostezar sin taparse la boca…) y que prevén ampliar a más centros el curso que viene. ¡Por favor! ¿De verdad justo ahora era prioritario?
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