Hace un tiempo leí un artículo en el que explicaban que algunas empresas habían entendido que las preocupaciones por los problemas cotidianos de sus trabajadores suponían una pérdida de productividad y que algunas proporcionaban salas aisladas, con teléfono y conexión a internet, donde poder hacer esas gestiones necesarias, que nos preocupan y que los horarios de trabajo no permiten resolver.
Si un trabajador está pendiente de pedir una cita médica, o de pasar la ITV, o de hablar con el director de su banco, o de reclamar una factura errónea (por poner ejemplos muy habituales), su cabeza va a estar en esos asuntos y no en los del trabajo. O va a pedir permiso, y va a faltar unas cuantas horas.
Con esa solución, las empresas que la aplicaron, daban a entender a quienes trabajaban en ellas que entendían que había gestiones que hacer, y les proporcionaban medios que –a lo sumo- podían ocupar 30 minutos en un día laboral normal. Una vez resuelto, el trabajador podía volver a dedicar su mente y su actividad al trabajo por el cual la empresa le pagaba.
Hoy, las administraciones están ofreciendo problemas añadidos a la gestión diaria de los problemas por la cual nos paga (no hay que olvidar, que cobramos porque resolvemos problemas; si no hubiera problemas, no habría trabajo que hacer).
Funcionarios en general y trabajadores de la escuela concertada empiezan a usar parte de su mente en pensar en los créditos o facturas a los que no podrán hacer frente porque ahora cobran menos que cuando los contrataron. O en como recortar gastos domésticos. Ahora, si aparece un imprevisto en su vida, la preocupación va a ser importante. Y sí: todas estas preocupaciones añadidas necesariamente van a afectar a la calidad de la enseñanza. Por muy profesional que sea un maestro, si el día 15 o 20 de cada mes ya está en números rojos, ¿creéis que su desempeño será el mismo que cuando no tenía esta preocupación?
La diferencia con la situación que he expuesto al principio es que, por mucho teléfono que pongan a nuestra disposición para estos “asuntillos”, el problema no se va a resolver. Porque es la misma administración la que está engordando el problema, haciendo que la capacidad adquisitiva de sus trabajadores se reduzca año a año. Y eso es una preocupación para personas que siguen trabajando igual o más que antes, pero que como recompensa reciben un salario menor. Y no hay que olvidar que los bancos, la compañía eléctrica o la de telefonía no admiten como moneda ni la motivación ni las horas de dedicación; quieren euros. Y hoy por hoy, nadie que cuente con un salario público sabe de cuantos euros dispondrá el mes que viene.
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