domingo, 25 de septiembre de 2011

Abandono escolar. Reflexión.

Cuando algo nos viene dado o regalado, cuando no nos cuesta ningún esfuerzo, no lo valoramos. Y es lo que creo que pasa con la educación.

En los países donde aún no existe la escolarización universal y la educación de un niño depende únicamente de la capacidad económica de su familia, la educación, por su acceso difícil, es un bien muy valorado. Hay padres que venderían su alma al diablo por poder escolarizar a sus hijos y así intentar proveerles de los medios básicos para asegurarles un futuro mejor que el suyo propio. Hay niños que sueñan con entrar cada mañana en cualquier cosa que parezca una escuela y que si lo logran, la aman, la respetan y no anhelan el día que se acabe. Saben que ese tiempo y esa dedicación les proporcionará un futuro mejor que el que ya conocen. Y piensan, incluso, que podrán devolver a la sociedad parte de la dedicación que ésta les dio.

Pero aquí tenemos la suerte de haber alcanzado la escolarización universal.

En los países donde hemos entendido que la educación, al menos la básica, ha de estar al alcance de todos los ciudadanos se supone que lo hemos hecho porque estamos convencidos de que la cultura y la educación proporcionan libertad (de pensamiento, de acción, de elección…) y porque se plantea que queremos ofrecer las mismas posibilidades de desarrollo a todos los ciudadanos.

No voy a entrar en consideraciones sobre si estos principios se han alcanzado con la escolarización obligatoria de los niños desde los 6 hasta los 16 años.

Lo único que me quiero plantear es el porqué, en un país donde tienes asegurada la educación hasta los 16 años, muchos jóvenes deciden abandonar. Y creo que tiene mucho que ver con que la educación no es algo que deban luchar. Lo tienen en su mano sólo por el hecho de haber nacido aquí. Es obligatoria. Y puede ser “gratis” (entiéndaseme). Y por “gratis”, es despreciable.

Pero ha de existir algún antídoto a ese desprecio. ¿Todos esos chicos y chicas no tienen abuelos que nunca pudieron ir a la escuela? ¿Nunca les han hablado de ello? ¿De cómo, con 10 años -o menos- ya estaban trabajando? ¿De cómo fue su vida y de cómo se imaginan que podría haber sido de haber podido estudiar? Los adultos de las familias ¿no lo han explicado?

Dedicamos recursos a la educación. Estos recursos son despreciados por algunos que luego van  a necesitar de más recursos para compensar su falta de formación y que, incluso, van a exigirlos. Y además necesitamos dedicar más recursos a convencerlos de que vuelvan a las aulas a titularse, aunque sea de cualquier manera.

A veces me vuelvo algo intransigente y me vienen ideas del tipo pero… a alguien que tuvo la educación al alcance de su mano y la despreció, ¿debemos seguir destinándole recursos? ¿Y esas personas cuándo se convertirán en adultas y asumirán las consecuencias de sus decisiones? Porque eso es lo que hacen los adultos. Y cuando se ve que una decisión ha sido errónea, se corrige el rumbo. Pero no se le echa la culpa a nadie, solo a uno mismo. Ni se reclaman daños y perjuicios en formas de subvenciones varias.

Y pensar que solo hace unos 40 años, y en este mismo país, no todo el que quería podía estudiar…

3 comentarios:

  1. Gran reflexión. Me parecen ideas que acuden a nuestra mente con frecuencia. Como padre pienso que no hacemos lo suficiente para hacer valorar a nuestros hijos lo que como familia y como sociedad les proporcionamos. Gracias.

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  2. Que poc valorem a la vida allò que no ens ha calgut cap esforç tenir.
    És possible una formación exempta d'esforç?

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  3. L'esforç ens forma i educa la voluntat, imprescindible per sortir endavant en la vida. No s'hauria de permetre deixar robar la capacitat de esforçar-se i superar-se als nens i joves perquè els deixem sense eines bàsiques. I després som tots (els que s'esforcen i els que no) qui en paguem les conseqüències.
    Gràcies pels vostres comentaris.

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