imagen de Luana Fischer Ferreira |
Días atrás leí varias mini-tweet-reflexiones surgidas de esos repensamientos de la educación, y yo misma me los replanteé. Y aquí van algunos de mis cuestionamientos.
1º) “Como puede ser que todos los niños de un colegio tengan hambre al mismo tiempo”, tratando de plantear el poco caso que se hace a los ritmos individuales en instituciones orientadas a agrupar niños (muchos).
Creo que es una afirmación demagógica. En una casa, solo con 4 personas -pongamos por caso- alguien hace la comida y de repente dice aquello de “a comeeeer”. Y las 4 personas se sientan a la mesa, a comer, al mismo tiempo. ¿Todos tienen hambre en ese momento? A lo mejor no, pero no sería práctico ni para quien prepara la comida ni para quien recoge la cocina que la comida se alargara, según los ritmos de cada uno de los 4 miembros de la familia, durante unas 2h. Menos práctico, sería aún, en un lugar con más de 200 personas.
Por otra parte están los ritmos diarios a los que nuestro cuerpo se acostumbra. Y si cada día desayunas a las 11, en pocos días no os preocupéis que vuestro estómago ya se ocupará de recordaros que es hora de desayunar. Funcionamos así.
2º) ”Los nativos digitales aprenden a usar nuevos ingenios mediante el ensayo y error, es su forma de aprender; los más mayores leen el libro de instrucciones”. Un aparato se puede “trastear” y ver sus posibilidades, incluso es relativamente sencillo para no nativos digitales como yo. En cambio, utilizar el método del ensayo-error en el resto de los ámbitos humanos podría llevarnos a la catástrofe. Como nos contaba una profesora de Psicología de la Educación durante la carrera, los métodos de ensayo y error y del aprendizaje por descubrimiento son lentos: “podríamos pasar más de un curso intentando descubrir por qué se seca la ropa”. Y hay más cosas que aprender.
¿A alguien se le ocurriría que un ingeniero aprendiera por ensayo y error a fabricar un ascensor? Que alguien me avise si algún ascensor (o algún avión) está siendo diseñado por un ingeniero que no aprendió a hacerlo durante sus estudios universitarios y que nos quiere utilizar como conejillos de indias. Subo andando, gracias.
Si queremos aprender experimentándolo y probándolo todo para ver cuándo volvemos a descubrir la rueda, ¿de qué sirvió la imprenta? ¿De qué ha servido todo el conocimiento acumulado por la humanidad? ¿Volvemos a empezar? ¿Volveríamos a hablar de “errantes” en el cielo?
3º) ”El aspecto emocional es más importante que el cognitivo”: son dos aspectos diferentes, diversas facetas del “diamante” humano. Y la escuela debería mantener su ámbito de trabajo, y la familia el suyo.
Las emociones y los valores deberían ser transmitidos por la familia. Por mi experiencia tengo comprobado que el trabajo de la escuela en este ámbito solo tiene un peso específico definitivo cuando coincide con el de la familia. La educación emocional que proporcionan las familias (nos parezca válida o no, que para gustos los colores) es la que deja definitivamente su impronta en los niños. Cuando valores de familia y escuela no coinciden, lo más que podemos conseguir es que los niños aprendan a “disimular” sus verdaderos sentimientos en el colegio porque su inteligencia les deja reconocer rápidamente qué expresiones aprendidas en casa les pueden colocar en situación de conflicto en el colegio.
¿Alguien me puede convencer de lo contrario? Espero que podáis ayudarme a replantearme, también, mis puntos de vista.
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