Solo tenemos que saber que atender correctamente una dificultad de aprendizaje implica dar más tiempo y dedicación al niño que lo necesita (si no lo necesitara, no presentaría una dificultad de aprendizaje).
Muchas veces se hacen planes individualizados adaptando estrategias de aprendizaje, adaptando contenidos, adaptando evaluación… otras veces –además- hay que reeducar.
Todo esto se hace en el aula y lo hace el maestro (uno) que trabaja en el aula con el grupo entero. Reeducar, re explicar, ayudar a entender… requiere que el maestro esté con el niño que lo necesita y suerte si solo es uno en la clase. Pero esto ya no es lo habitual. Pongamos por caso que atendemos a dos de forma muy personalizada. A cambio, hay otros 23-24 niños que “pierden” a su maestro.
Cada vez hablamos más del maestro como guía del aprendizaje, como orientador del trabajo que los mismos niños desarrollan y no como un emisor de contenidos. Pero atendiendo una o dos (mínimo) dificultades de aprendizaje hemos de ser conscientes de que el resto de la clase se está quedando sin ese “guía”. Lo ideal sería pasar por todos los grupos de trabajo, revisando, ayudando a ligar los conceptos que están manejando para hacer sus elaboraciones, proponiendo preguntas que les hagan plantearse lo que están haciendo y cómo lo están haciendo… Incluso cuando trabajan individualmente, que también es necesario. Pero no se puede.
Así, estamos consiguiendo que las necesidades de uno o dos niños pasen por encima de las de los otros 23 que se quedan “huérfanos” de maestro. O que las de 23 pasen por encima de las de una minoría. Y en los primeros años de educación el maestro tiene que tener mil ojos para no dejar escapar ninguna laguna de conocimiento en ningún niño (desde la cosa más simple, como es darse cuenta de la forma en que hace el trazo de las letras).
Y si nos dedicamos a la mayoría del grupo, a guiarlos, a ayudarlos, a provocarles el gusto por aprender… dejaremos a un lado a quienes necesitan una asistencia muy directa y pasarán horas haciendo y aprendiendo muy poco (imaginad un 1º o un 2º de Primaria, con un alumno con dislexia: ¿de verdad vamos a dejar que las letras se lo coman? ¿O mejor trabajamos con él para reeducar esa dificultad que le está impidiendo acceder al 90% de la información? Hay que tener mucho cuajo…)
O reducimos los grupos o añadimos un segundo profesor al aula. Si queremos hacerlo bien.
En caso de que solo queramos vender el humo de que nuestras escuelas son inclusivas e integradoras, ya va bien como lo hacemos pero hemos de saber que es a costa de la salud de los maestros y de dejar desatendidos a unos niños o a otros (porque no darles toda la atención que necesitan es lo mismo que desatenderlos).
Pero todo es muy políticamente correcto y la educación falla, sobre todo, por la escasa preparación de los maestros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario