Hacía días y días que no escribía nada. Se me había llegado a pasar por la cabeza dejar de hacerlo definitivamente. He llegado a creer que esto de la educación institucionalizada, legalizada y ultra controlada no le interesa en realidad a nadie. O al menos, a nadie que no se dedique a la docencia (desde cualquiera de sus vertientes: magisterio, edición de materiales, de libros, creadores de actividades o talleres…).
Ha sido un año duro. Lo externo a las aulas ha sido duro (y puede que aún lo sea más) pero, en mi caso, lo realmente desmotivador ha estado dentro.
En tres semanas, los niños empezarán sus vacaciones y no veo el momento de que llegue el día (aunque yo siga trabajando).
Doy los buenos días, uno por uno a mis alumnos, cada mañana, mientras esperamos para subir a clase. Les comento su corte de pelo, el partido de ayer o les pregunto por lo que llevan en las manos (mira que llegan a llevar cosas en las manos los niños…!).
Empiezo todas mis clases con las cejas muy levantadas, los ojos muy abiertos e intentando hacerles creer que lo que vamos a hacer es fantástico.
He agrupado a mis alumnos de diferentes maneras. Les he propuesto actividades “de libro” y actividades creativas. Les he propuesto retos, he intentado hacerles escuchar y hacerles hablar.
He explicado a las familias la necesidad de la lectura diaria, de los correctos hábitos de sueño y de descanso, de la importancia de la puntualidad y del desarrollo de la autonomía de los niños. He recomendado visitas a oftalmólogos o a otros especialistas, dependiendo de los casos.
¿Y cuál ha sido el resultado? Ninguno.
A final de curso, solo dos alumnos responden a mi saludo y a mi despedida diaria uno a uno.
Mientras yo proponía con las cejas levantadas y los ojos muy abiertos, la visión que yo he tenido hora tras hora delante de mis ojos ha sido la de unos 20 niños cada uno a lo suyo (pintando en mesas, en papel de wc, en libros, sacando absolutamente todos los colores del estuche con ningún motivo, algunos hablando entre ellos, otros haciendo muecas a algún compañero, comiéndose la ropa, comiendo galletas, rompiendo las puntas de los lápices y los colores -propios y ajenos-, contando cromos…).
Cuando los he agrupado, unos han roto el material de otros, o se han pegado, o no han hecho nada de nada, a pesar de haber probado unas decenas de combinaciones de niños.
He visto alumnos (bueno, solo uno) durmiéndose día sí y día no en clase. He tenido alumnos que sistemáticamente llegaban 15 minutos tarde; he tenido que explicar unas 150 veces que el trabajo no acabado en el cole y que se lleva a casa no son deberes, las mismas veces que he explicado que es trabajo del hijo y no del padre o la madre (como respuesta a la reclamación “es que no acabo nunca con los deberes”, dicho por progenitores).
Más de 20 de mis alumnos no han leído ni un solo día en casa con sus padres. Y en primero de Primaria, el tiempo de lectura en el colegio no siempre es suficiente. Como no leen, no entienden enunciados (ni mucho menos, textos más largos). Olvidémonos pues del “aprender a aprender” y de la autonomía.
Han preparado decoraciones y trabajos de plástica que luego, ellos mismos, se han ocupado de ir rompiendo poco a poco, cada vez que pasaban por el pasillo.
Mis alumnos no hablan: si les preguntas o propones temas (por algo que han hecho o por cualquier otra cosa, para trabajar la expresión oral) solo ves movimientos de cabeza, afirmativos o negativos. Pero jamás oirás su voz.
Eso sí, cada día al menos 4 niños (y digo “al menos”) han pegado a otros tantos (patadas, bofetones, puñetazos, empujones, zancadillas por escaleras…).
Y dando datos, al menos 3 alumnos tienen trastorno de lectoescritura, al menos 2 presentan déficit de atención, al menos dos presentan hiperactividad, y otros dos … no sabemos (todo ello analizado –que no diagnosticado- por profesionales del cole) pero no sé si alguna vez llegarán a tener un diagnóstico, porque para eso hay que visitar a algún médico. También calculo que otros 3 llevarán gafas tarde o temprano (cuando visiten a un oculista…).
He oído cientos de veces de sus padres que me olvidara de tanto conocimiento, tanta suma y tanto trabajo, que sus hijos son pequeños.
En fin. Que no ha sido un buen año. Y lo he echado todo aquí, lo siento. Y espero que empiecen sus vacaciones. Y esperaré a que cumplan los 12 y ver su evolución. Y espero descansar y querer volver a empezar en septiembre. Aunque, a día de hoy, no lo tengo claro.
Ah! La foto de hoy es mía, de este curso.
¡Ánimo! Hay que ver el vaso medio lleno, seguro que solo es una visión pesimista y pasará.
ResponderEliminarUna maestra
Gracias! Ha sido duro y agotador. Entre todos no hemos conseguido cambiar la dinámica del grupo.
ResponderEliminarAnna: a todos nos ha tocado (y seguramente,nos seguirá tocando)trabajar con grupos complicados; pero también en nuestra carrera tenemos la suerte de gozar al enseñarles a grupos maravillosos :) y muchas veces, con el tiempo, advertimos a la distancia logros que en cercanía no hemos podido ver o rescatamos todo lo que aprendimos en esa experiencia!!!! Aquí decimos: "una de cal, una de arena"
ResponderEliminarBuenas vacaciones, que con las energías renovadas, al regreso se verán algunos frutos!
Cariños
Gracias MªJosé. Sé que es así, que hay grupos y grupos. Eso no quita que este (para ser de niños de 6 años) haya sido especialmente duro.
ResponderEliminarNecesito vacaciones!!!
PS: aquí también usamos "la cal y la arena".
Un beso!